Los hipócritas, el proxenetismo y sus dilemas filosóficos y morales, y, ¿de por qué los hombres procuran a las prostitutas? (página 2)
Acusaciones de que alguien es un
hipócrita son peligrosas, porque éstas pueden
resultar enmarañadas, ya que desvían nuestra
atención del propósito de la evaluación
serena del mérito de una idea, dirigiéndola, a su
vez, hacia el carácter de quien la defiende.
Tales acusaciones desencadenan reflejos
emocionales que dominan los patrones de pensamientos más
racionales — a menudo — cambiándolos. Pero, es
precisamente, en aquéllos casos difíciles e
importantes cuando estos cambios pudieran resultar ser más
trágicos, si es que se hacen siguiendo falsas
premisas.
Sarah Palin
Debido a las reservaciones expresadas,
creemos que quienes escuchan a quienes los exhortan
deberían de moderar la tendencia común a reaccionar
de manera automática o refleja, y considerar en su lugar,
la validez del mensaje mismo y no exclusivamente la
reputación del mensajero.
Nos conviene, entonces, examinar muy de
cerca lo que los hechos decepcionantes, realmente
significan, porque en muchos casos, los hechos aludidos, soportan
el hipócrita punto de vista, y lo benefician
directamente.
Disminuyendo la
autoridad
Un hecho sorprendente acerca de la
hipocresía es su irrelevancia, ya que el hecho de que
alguien es un hipócrita no es prueba necesaria de que su
posición en un tema dado sea falsa. Activistas
ecológicos que contaminan el entorno con su basura no
cancelan, con sus acciones, la veracidad de sus argumentos a
favor de la limpieza del medio ambiente.
Políticos que oponen la
inmigración ilegal, mientras que emplean los servicios de
expatriados ilegales, no nos dan pruebas de que objetar a la
inmigración ilegal es una falsa perspectiva.
Aún, si cada defensor de los
derechos de animales se convirtiera en un consumidor furtivo de
carne, puede que aún sea erróneo comer de la
carne.
En general, sólo porque una persona
no tiene la fuerza de voluntad para vivir al nivel de sus propios
estándares morales, eso no indica que esos modelos no son
meritorios y dignos de ser aceptados. Entonces, parece ser que
acusaciones de hipocresía no demuestran nada acerca de
nadie, ni aun de las ideas que defiende una persona
señalada.
Entonces, si resulta ser tan irrelevante,
¿por qué la hipocresía, cuando se la invoca,
es un concepto tan poderoso?
La respuesta es que muchos alegatos de
falsedad evocan reacciones emocionales e inconscientes hacia el
argumento que soportan, terminando por socavarlo. Tales
testimonios se transforman en ataques directos hacia la autoridad
de sus proponentes. Y, una vez que la autoridad de alguien se
debilita, el escenario se prepara para el rechazo de todo lo que
dice.
Consideremos dos ejemplos:
Padre: "Hijo, no debes de fumar. Es
malo para la salud y es adictivo"
Hijo: "Pero, papá
¡tú fumas un paquete al día!"
Amelia: "¿Has visto el
documentario de Al Gore, Una Inconveniente Verdad? ¡Tenemos
que reducir la huella ecológica que deja el carbón,
y hacerlo, de inmediato!"
Jaime: "¿Al Gore? Mira, ese
señor deja más huellas de carbón que nadie
con todos sus vuelos en jets privados".
Dr. Samuel Johnson
En el primer ejemplo, el hijo siente que su
padre no constituye una fuente apropiada de información en
lo que al fumar respecta, porque se porta como un
hipócrita. La imputación de que el padre es un
farsante no sólo invalida su posición, sino que
efectivamente la anula — como si el padre nunca hubiese
hablado.
Lo mismo es verdad en el caso de Al Gore y
sus vuelos, a pesar de que Amelia, no es la supuesta
hipócrita, sino que Gore lo es, cuya autoridad ella
impugna.
En ambas situaciones, la hipocresía
se propone como evidencia de la insinceridad o incompetencia de
una fuente, suministrando argumentos para que se ignoren sus
consejos o instrucciones.
Tales argumentos son especialmente
efectivos por el mero poder de la revelación individual de
las faltas personales que resaltan. Una vez que personas se
definen en una luz negativa todos tienden a ignorar evidencias
contrarias. En un estudio reciente los psicólogos David N.
Rapp de Northwestern University y Panayiota Kendeou de
McGill University pidieron a estudiantes voluntarios que
leyeran 24 historias diferentes involucrando un carácter
que se comporta de una manera que sugiere que éste
último es torpe y haragán. Más adelante, en
cada historia, sin embargo, el individuo en cuestión
actúa de tal manera que la impresión inicial se
contradice. Aún así, y a pesar de ello, menos de la
mitad de los voluntarios cambiarían su impresión
negativa acerca de esta persona.
Estos resultados indican que la
impresión original de que alguien es vago o aturdido,
activamente inhibe la posibilidad de considerar cualquier otra
información que pueda cambiar el entendimiento de la
persona en cuestión o del tópico bajo escrutinio.
En los ejemplos del fumar y del uso de los aeroplanos privados,
el padre y el hijo, y los amigos, hacen enfoque en los
hábitos deleznables del padre y en la hipocresía de
Gore, en vez de apuntar directamente hacia los peligros reales de
fumar y a la contribución a los peligros, para la
seguridad de nuestra especie, consecuencia del calentamiento del
planeta.
De la duplicidad y de su
entendimiento
En la realidad, si padre e hijo hubiesen
enfocado en los particulares directamente, ellos pudiesen haber
apreciado los comportamientos del padre y de Gore de manera muy
distinta. Veamos lo que el fumar del padre sugiere: Él
considera que fumar es dañino para su hijo, pero
continúa fumando, porque siendo adicto, no puede dejarlo.
Así, que su comportamiento — su "hipocresía" —
en realidad confirma su posición, de que fumar es adictivo
y dañino.
Por su parte, el comportamiento de Gore,
soporta uno de sus propios argumentos para lograr cambios en los
planes de acción nacionales. Como son nuestra
inclinación a manejar vehículos de muchos caballos
de fuerza y nuestra repugnancia hacia el transporte
público, lo que termina en la falta de responsabilidad
hacia la preservación de nuestros recursos naturales —
que aún, el mismo Gore, no puede soslayar.
Naturalmente, debe de admitirse que la
hipocresía no siempre corrobora los puntos de vista del
hipócrita.
Las famosas visitas de Spitzer a casas de
cita nada añaden para robustecer su oposición,
oficialmente establecida, hacia la prostitución. Y,
aún en algunas ocasiones la hipocresía adquiere el
mismo significado que el padre e hijo le asignan: Es muy simple
dimitir una fuente porque la persona que la representa ha perdido
su credibilidad. Por ejemplo, cuando un ministro se presenta a
sí mismo como una autoridad moral y es atrapado en medio
de una relación adulterina, sus seguidores pueden,
razonablemente, poner en tela de juicio sus
enseñanzas.
La mujer adúltera
Entonces, determinamos que la
hipocresía ocasionalmente basta para disminuir la
autoridad de una persona. Lo que puede resultar en la actitud
común de "¿Por qué tomar en serio o escuchar
lo que [esa persona] nos dice?" Pero no siempre resulta ser
así, como anteriormente hemos visto en los ejemplos
presentados.
Si, finalmente, la hipocresía es
relevante y afecta la credibilidad de una persona, todo depende
en la esencia de lo que nos dice el hipócrita. Así
que mejor, y, para evitar caer en las trampas que al respecto nos
plantan nuestras reacciones instintivas, aquí, repetimos,
que es buena medida la de examinar los argumentos antes de saltar
a conclusiones.
Aún no hemos
concluido…
La hipocresía y la teoría
psicoanalítica que la trata de explicar
¿Por qué los
hipócritas hacen y dicen cosas que entre sí se
contradicen?
Lo hacen porque sus mecanismos de defensa,
por definición inconscientes, lo permiten, logrando de esa
manera evitar sentimientos de ansiedad y suministrarles sosiego y
armonía a sus egos borrosos.
Existe una defensa conocida como la
formación de reacción
Este es un mecanismo de defensa en el cual
emociones que producen ansiedad o que son inaceptables, son
reemplazados por sus antagonistas directos. Este mecanismo es
característico de las neurosis de ansiedad. Pero, cuando
esta defensa se utiliza en exceso, especialmente durante las
etapas de desarrollo del ego, puede arraigarse como rasgo
distintivo y permanente del carácter, lo que a menudo se
evidencia en personas de constitución obsesiva o en los
trastornos obsesivos, consolidados, de la
personalidad.
¿Por qué las personas se
comportan de esa manera? Según Freud, para ocultar sus
verdaderos sentimientos de desear conducirse, con impunidad, en
la manera diametralmente opuesta.
Roguemos por las víctimas de la
Guerra de Irak
La trata de blancas y el sexo desenfrenado,
como causas mayores para que florezcan los
hipócritas
Indudablemente que, por lo menos en la
prensa norteamericana, hemos visto a un número
extraordinario de políticos y clérigos que han
caído segados por la guadaña de la intemperancia
sexual. A la que se abandonan no tan sólo con menores,
sino que asimismo lo hacen por medio del patrocinio de
prostitutas — "abominaciones" de comportamiento — que ellos,
desde la exaltación que sus púlpitos les atribuyen,
y que, con vehemencia vitriólica, condenan.
Otros ejemplos los proveen las estrellas
cinematográficas que se proyectan como dechados de
virtudes, para ellas imposibles, o de abogados prostituidos,
defensores de clientes cuya responsabilidad por un crimen es,
para todos, palmaria.
Siendo las actividades sexuales causa
principal para acusaciones de hipocresía, la pregunta que
aquí nos hacemos es la siguiente: ¿Por qué
los hombres compran el sexo?
Muchos investigadores nos dicen que es para
obtener intimidad a petición; mientras que para otros es
el deseo de usar y de dominar las mujeres.
Pero parece ser que estas respuestas son
muy simplistas para ser verdad, ya que arrestos repetidos no
evitan que muchos hombres reincidan en estos comportamientos,
que, por lo menos, para ellos, han tenido consecuencias
desastrosas.
La compra y venta del sexo es asunto de
proporciones mayores.
En el año 2007, en los Estados
Unidos, miembros de los servicios policiales arrestaron unas
80,000 personas por crímenes relacionados al sexo. La gran
mayoría de los solicitantes de este sexo por dinero,
fueron hombres.
En conjunto, se estima que un 16% de los
hombres pagan por sexo en los Estados Unidos, de acuerdo a un
reporte publicado en el 2005 por el profesor Sven-Axel
Månsson de Malmö University en Suecia.
Mientras que otro estudio publicado en el año 2000 de 998
prostitutas callejeras y 83 que aceptaran clientes por cita, en
la ciudad de Los Ángeles, conducido por la profesora Janet
Lever de California State University, sugiere que un 28%
de los hombres que utilizan los servicios de prostitutas y casi
la mitad de los que procuran servicios por cita compran sexo con
regularidad, con los restantes siendo clientes
casuales.
La proporción existente entre
quienes pagan por la obtención de servicios sexuales
varía entre los diferentes países y entre los
diferentes estudios. Månsson reporta que el 14% de los
hombres holandeses ha comprado sexo, comparado con 40% de los
españoles, observando que la prostitución es legal
en ambos países.
De acuerdo a HYDRA, una organización
germana que provee asistencia legal y otros servicios similares a
prostitutas, casi las tres cuartas partes de los alemanes, donde
también la prostitución es legal, pagan por
servicios sexuales. Y en Tailandia, donde la prostitución
es ilegal, aunque socialmente aceptable, un estudio reciente
revela que un formidable 95% de los varones adultos ha dormido
con prostitutas.
Cualesquiera que sean los números,
el comportamiento aparece con tanta frecuencia que no puede ser
excluido como siendo, simplemente, patológico. En vez los
motivos que tienen los hombres para la compra del sexo son
razón de debates acalorados entre los investigadores
mismos.
Para algunos, la práctica del sexo
por dinero sirve como paliativo para muchos de los problemas
psicológicos más comunes, como son deseo por sexo,
amor o romance insatisfecho. Otros proponen que los clientes de
prostitutas son guiados por razones antifeministas, como son el
deseo de abaratar y subyugar la mujer. Debate que asimismo existe
entre los expertos acerca de la moralidad de la
prostitución.
La sexualidad: Instinto
básico
Por supuesto, las personas compran lo que
les gusta, y el sexo es algo que interesa de manera muy poderosa.
Todos parecen deseosos de pagar por las actividades o cosas que
les placen, contando la actividad sexual entre ellas. Por otro
lado, un hombre puede obtener sexo gratuitamente dentro del
contexto de cualquier relación intima. Entonces
¿Por qué pagar buen dinero por ésta,
especialmente si se consideran los riesgos sociales y de salud
asumidos con las relaciones sexuales con prostitutas? ¿Es
que la mayoría de los hombres son tan poco atractivos que
sólo una prostituta los aceptaría?
La mayor parte de los investigadores no
estarían de acuerdo con esta posición. Hombres que
se mezclan con prostitutas, de acuerdo a muchos expertos,
proceden de todas las clases socioeconómicas. Éstos
pueden ser corredores de bolsa, choferes de camiones, maestros,
sacerdotes y agentes de la ley. No se asignan
características especiales que diferencian, a quienes usan
el servicio de prostitutas, de los demás
mortales.
Tampoco pueden definirse estas personas
midiéndolas con la vara con que se miden quienes se
consideran víctimas de trastornos emocionales. Estudios
detallados no han podido demostrar la existencia de anormalidades
en ellos, aunque se considere extraño el hecho de que
ignoren los riesgos asumidos en la práctica del sexo
casual y sin protección. En algunos estudios, hombres que
preferían sexo sin el uso de condones obtenían
puntos más altos en las escalas que miden la
agresión, y también se encontró que hombres
casados y de buenos medios económicos, que exigían
sexo sin protección, lo hacían con mayor frecuencia
que los demás. Parece ser que si se goza de mayor
seguridad y fortuna, algunos llegan a creer que son
invulnerables.
Las investigaciones coinciden en que todas
destacan la diversidad que existe entre los hombres que pagan por
sexo. Algunos puede que sean guiados meramente por el impulso
genital. En un estudio conducido en Bremen, Alemania, se
encontró que muchos de estos hombres se sienten
sexualmente frustrados, porque no están gozando de
satisfacción carnal en ningún lugar, o que son
personas hedonistas quienes desean realizar sus fantasías
eróticas en un prostíbulo.
Los representantes de HYDRA nos dicen que
algunos hombres frecuentan la compañía de
prostitutas para saciar su apetito sexual. Algunos admiten que se
sienten con mayor libertad de experimentar lo nuevo dentro del
contexto del sexo comercial, en lugar de con sus esposas y
amantes, lo que los habilita a expandir su ámbito de
experiencias, derivando mayor placer y satisfacción del
acto mismo.
Emolumentos debidos,
¿por la pasión y el amor?
Todavía tenemos algunos
investigadores que han identificado motivaciones emocionales y
psicológicas entre los hombres quienes compran el sexo.
Muchos reportan personas que imaginan que están viviendo
una verdadera relación amorosa cuando están con una
prostituta, mientras que otros creen que sienten un apego
romántico hacia una mujer a quien no verán otra
vez. Es como si vivieran el ideal del amor dentro del marco de un
servicio por paga.
Cuando a muchos de estos hombres se les
pedía que definieran "sus" prostitutas, muchos las
consideraban "abiertas", "sinceras" y "honestas". Otros
dirían que eran "inteligentes" o "humorosas". Muchos
pintaban la imagen de una perfecta mujer a quienes ellos
desearían poder conocer mejor. Otros más afirmaron
que ellos desearían que la prostituta que ellos
frecuentaban pudiese tomar el lugar de la esposa. Parece ser que
los sentimientos que se engendran en estas situaciones
comerciales pueden ser muy profundos.El comportamiento de muchos
de los hombres en considerables números de los estudios,
es compatible con la demostración de deseos de conocer
mejor a la prostituta en un sentido social, substanciado por el
interés personal, por ellos exhibido, antes y
después de la consumación del acto
sexual.
En una gran proporción de los casos,
como para poder lograr establecer una relación durable,
muchos de los hombres prefirieron retornar repetidamente a la
misma mujer. Casi las dos terceras partes de los entrevistados
reportaron haber hecho uso de la misma persona más de 50
veces. Mientras que uno en cuatro había tenido sexo con la
misma prostituta más de cien veces. Pero, ¿por
qué recurriría un hombre a una prostituta — en
lugar de una amante, esposa o amiga íntima — para
satisfacer su necesidad por un apego social? Una razón
puede que sea que las relaciones reales con mujeres son riesgosas
y complicadas, cargadas de cuestiones que algunos hombres
prefieren evitar. Las prostitutas, suelen ser menos exigentes y
hacen menos demandas que las novias o las esposas y aún
pueden sosegar la psiquis — esto último siendo lo que
los "expertos" nos dicen.
Lo que a menudo sucede, en el esquema usual
de las cosas, es que una mujer conocida puede que rehúse
intimidad con un hombre, porque está cansada o porque
carece del "deseo", o por qué no está en el estado
de ánimo de hacerlo — lo que a la mayoría de los
hombres mortifica. Pero, por contraste, las trabajadoras
sexuales, generalmente aceptan sus clientes incondicionalmente y
les ofrecen intimidad a petición, no importa cómo,
y en el momento que lo deseen. En este aspecto del rompecabezas,
los hombres compran el sexo para contrarrestar sus inseguridades
psicológicas, como, asimismo lo hacen para satisfacer sus
necesidades biológicas.
Sin embargo, no todos están de
acuerdo. Muchos investigadores refutan la idea de que las
prostitutas sirven como bálsamo para las penurias de
hombres que son esencialmente normales. La socióloga Julia
O"Connell Davidson de la Universidad de Nottingham en Inglaterra,
caracteriza a los hombres que frecuentan las casas de
prostitución y que cohabitan con prostitutas como
necrofílicos quienes perpetran sus excesos en mujeres
quienes están socialmente "muertas".
Sexo y la oralidad
humana
En una conferencia dictada al Parlamento
Europeo en el año 2006, Månsson destacó que
procuradores de sexo por paga, frecuentemente se refieren al sexo
como algo que ellos conciben como un producto del consumismo. En
lugar de ser una expresión de la búsqueda de
relaciones íntimas. Un hombre, reporta el
científico, comparaba el sexo comprado con ir a comer a un
McDonald.
Lo último puede que sea debido a la
proximidad anatómica de los centros del apetito y de la
reproducción en el hipotálamo cerebral.
Así que, parece ser cierta mi
hipótesis de que la confluencia de los instintos es una
realidad patente, y de que la sexualidad y el comer —
incluyendo sus manifestaciones proteicas son partes necesarias
del mismo proceso.
En otras palabras, que las disorexias y la
sexualidad — aberrantes o no — son piezas del mismo
continuo.
Ser prostituta no es una profesión
que quienes la ejercen practican porque les place. Pobreza,
adicción a las drogas o miedo de violencia de los
controladores (maipiolos, en la República
Dominicana) son las razones principales por las que una mujer se
hunde en los abismos de la prostitución.
En consecuencia, muchos expertos argumentan
que las trabajadoras sexuales no son quienes son la causa misma
de la prostitución. En su lugar, este negocio sobrevive
debido a las demandas de tropeles de machos quienes tienen
problemas en sus relaciones con las mujeres, lo que — dicen
ellos — constituye un crimen contra el sexo
femenino.
Pero, hay que considerar otros detalles,
¿verdad? Como, en seguida proponemos hacerlo
Nuestra especie es diferente a otras en
muchos respectos, ya que se abandona a actividades,
potencialmente azarosas, porque éstas les causan placer.
No importa si es el sexo o es el comer hasta engordar, sino que
también salta en paracaídas y escala
montañas altísimas, sin aquí mencionar la
ruleta rusa.
En lo que, al sexo respecta, tenemos
programado poder hacer el amor en toda época del
año, sin fines reproductivos. Entre nosotros existen
pedófilos, necrofílicos, prostitutos,
célibes y otras variedades de inclinaciones y actividades
sexuales y alimentarias que no se hallan del mismo modo en otros
animales.
Pero, cuando hablamos del sexo, el
etólogo Konrad Lorenz ha escrito acerca de aves que se
comportaban como prostitutas, por definición, ya que,
antes de lograr el coito con ellas, había que
proporcionales un incentivo material.
Nuestros parientes cercanos, los primates
de la especie de los chimpancés hacen lo mismo. Pero, lo
que nos distingue de otros simios son asuntos de
importancia:
El hecho de que, generalmente, nos
apareamos en privado, de que alardeamos de poseer el pene del
mayor tamaño entre los monos. De que permanecemos, por lo
menos tres años con la hembra parida que
fertilizáramos, para asistirla en sus menesteres de madre,
y de que tenemos una economía monetaria que indica nuestro
estado entre nuestros semejantes.
Debido a que el sexo, y el acaparamiento de
hembras se consideran importantes en muchas sociedades, nuestro
comportamiento puede estar en conflicto con nuestras tendencias
morales y religiosas. Por ello algunos, especialmente, quienes
son vulnerables al juicio de los demás, recurren a la
duplicidad de la hipocresía para poder satisfacer sus
instintos, y para continuar gozando, a la vez, de la
apreciación y respeto de sus
contemporáneos.
Los políticos norteamericanos y
asimismo, los políticos en general, transitan sus vidas
bajo el escrutinio del ojo público, como si fuesen peces
en una pecera de vidrio. Pero como nos dijera Henry Kissinger:
"El poder es el afrodisíaco más fuerte".
Lo que suele ser verdad, ya que el poder significa influencia y
dinero que para los seres humanos — especialmente para la
hembra — se traducen en deseos de procrear o compartir las
prerrogativas del poderoso, o de tener sus hijos en un verdadero
sentido darvinista.
Pero, hay que guardar las apariencias. Y
¿qué manera más efectiva de lograrlo que la
de crear defectos para los demás, condenar a quienes no se
ajustan a nuestros estándares, y vivir como si
fuéramos paradigmas de las perfecciones que
inventáramos?
La caída de gracia, no importa,
porque, cuando los que sucumben a sus impulsos lo hacen, siempre
encuentran la justificación de ser alcohólicos, de
que es una directa prueba de Dios, o de que fueron
víctimas de alguna conspiración para hacerles
daño.
En
conclusión
Las palabras citadas que nos legara de La
Rochefoucauld resuenan como verdades eternas.
Desde que inventáramos la palabra
hablada y, luego, la escrita. Y, desde que inventáramos la
moralidad con el poder de las religiones para implementarlas y,
desde que realizáramos el tremendo dominio que la hembra
de nuestra especie puede ejercer en nosotros. Sería
entonces, cuando nos llegara el tiempo debido para que naciera la
hipocresía y la falsedad.
Fin de la lección.
Bibliografía:
Larocca, F: (2008) La Mentira y la
Neurociencia Aplicada en monografías.com
Larocca, F: (2008) La Ley Natural, y
los Principios Básicos de Nuestras Actividades Mentales
Lógicas y Emotivas en
monografías.com
Larocca, F: (2008) Suicidio en la
Juventud: Guía para los Padres, el Público en
General, y Maestros en monografías.com
Larocca, F: (2007) Los Chismes y las
Personas Chismosas en monografías.com
Larocca, F: (2007) La Autoestima, la
Dignidad, el Auto-respeto y lo que arruinamos cuando los
comprometemos en psikis.cl y en
monografías.com
Larocca, F: (2007) La infidelidad y sus
efectos en la relaciones amorosas en
monografías.com
Diamond, J: (1992) The Third
Chimpanzee: The Evolution and Future of the Human Animal
Harper Collins
Autor:
Dr. Félix E. F.
Larocca
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